martes, octubre 11, 2005
Buena suerte y hasta luego
Su voz ya no se escucha
calla el río y la madera
la espera y la sal
Son dulces los labios que no vas a besar
más dulces que el agua, la sangre del mar
B. Granger
Acá estoy, una vez más... ¿la última?
Hoy la ventana se cierra. Ahora sé que cuando uno más trata de abrirse, más desconocido se vuelve para los demás.
Hoy vuelvo al perfume del papel, al que extraño tanto... gracias a todos los que alguna vez estuvieron.
martes, setiembre 27, 2005
¿Futuro?
El niño observó el agua y se tapó la nariz. Volvió a mirar a su abuelo, que ahora hablaba de peces, de pescadores, y de hundir la cabeza bajo el agua en vacaciones hasta ya no aguantar la risa.
Nadar... al niño le encantaban las historias en que su abuelo le contaba la sensación de atravesar el agua con el cuerpo. Prefería eso a los castillos, los unicornios, y los príncipes. Había una vez... “¡Un río!”, se apuraba a contestar el niño.
El abuelo recordaba el olor del río en la piel, y mientras se lo contaba a su nieto le hacía cosquillas en la nariz. El niño cerraba los ojos e intentaba sentirlo también, pero lo único que recordaba al pensar en el río era un cementerio líquido.
“¿Por qué pasó esto abuelo?”, le preguntó mientras hundía los ojos en el agua putrefacta, “¿Por qué ya no tenemos río?”.
El viejo no contestó.
“¿Por qué no hiciste nada para que no se lo llevaran?”.
El viejo tampoco contestó. Había muerto, quizás sin escuchar ninguna pregunta.
Nadar... al niño le encantaban las historias en que su abuelo le contaba la sensación de atravesar el agua con el cuerpo. Prefería eso a los castillos, los unicornios, y los príncipes. Había una vez... “¡Un río!”, se apuraba a contestar el niño.
El abuelo recordaba el olor del río en la piel, y mientras se lo contaba a su nieto le hacía cosquillas en la nariz. El niño cerraba los ojos e intentaba sentirlo también, pero lo único que recordaba al pensar en el río era un cementerio líquido.
“¿Por qué pasó esto abuelo?”, le preguntó mientras hundía los ojos en el agua putrefacta, “¿Por qué ya no tenemos río?”.
El viejo no contestó.
“¿Por qué no hiciste nada para que no se lo llevaran?”.
El viejo tampoco contestó. Había muerto, quizás sin escuchar ninguna pregunta.
domingo, setiembre 25, 2005
sábado, setiembre 10, 2005
Ella
Hace mucho, era hermosa.
Tenía el pelo negro, lacio y ordenado, y se reía de a ratos con tanta fuerza que te obligaba a mirarla.
En ese entonces ella hablaba en inglés, y yo cargaba pocos años encima. Me fascinaba verla comunicarse con sus compañeras en aquel idioma extraño; cada una de sus palabras estaba cerrada para mí, y ella tenía la llave de todas.
Pasó tiempo antes de volver a verla.
Tenía el pelo negro, lacio y ordenado, y su risa de a ratos te obligaba a mirarla.
Ahora hablaba de teatro y literatura, y las palabras sonaban extrañas en su boca.
Me hizo un par de preguntas, sonrió... nos reconocimos.
Recordé que hacía mucho, había conocido a alguien que se le parecía; antes de despedirme, supe que ella era parte de algo que no existía.
Como tantos otros, su nombre se fue colando entre los pliegues de mi memoria hasta que ya no le perteneció a ningún rostro. Como tantos otros, su rostro se fue deformando hasta dejar de serlo, hasta volverse una mancha de pelo negro.
Hace poco, volví a verla... tenía el pelo negro, lacio y ordenado, y reía de una forma que te hacía mirar al suelo.
Me costó reconocerla; se acercó a saludarme, y sentí como me invadía el perfume de lo inevitable.
Fue entonces cuando habló; nunca había visto una mujer tan fea en mi vida.
Tenía el pelo negro, lacio y ordenado, y se reía de a ratos con tanta fuerza que te obligaba a mirarla.
En ese entonces ella hablaba en inglés, y yo cargaba pocos años encima. Me fascinaba verla comunicarse con sus compañeras en aquel idioma extraño; cada una de sus palabras estaba cerrada para mí, y ella tenía la llave de todas.
Pasó tiempo antes de volver a verla.
Tenía el pelo negro, lacio y ordenado, y su risa de a ratos te obligaba a mirarla.
Ahora hablaba de teatro y literatura, y las palabras sonaban extrañas en su boca.
Me hizo un par de preguntas, sonrió... nos reconocimos.
Recordé que hacía mucho, había conocido a alguien que se le parecía; antes de despedirme, supe que ella era parte de algo que no existía.
Como tantos otros, su nombre se fue colando entre los pliegues de mi memoria hasta que ya no le perteneció a ningún rostro. Como tantos otros, su rostro se fue deformando hasta dejar de serlo, hasta volverse una mancha de pelo negro.
Hace poco, volví a verla... tenía el pelo negro, lacio y ordenado, y reía de una forma que te hacía mirar al suelo.
Me costó reconocerla; se acercó a saludarme, y sentí como me invadía el perfume de lo inevitable.
Fue entonces cuando habló; nunca había visto una mujer tan fea en mi vida.
lunes, agosto 22, 2005
Después de la música
Estaba buscando información sobre reproductores de mp3 cuando de repente, en una página de Mac me encontré con esto;
Una mujer de Memphis, Tennessee fue arrestada y acusada de asesinato en primer grado después de matar a su novio con un reproductor de música MP3, iPod. Arleen Mathers, de 23 años, fue arrestada después de que llamó a la policía local y admitió haber acabado con la vida de su novio. Cuando la policía llegó a la residencia de Mathers, encontraron el cadáver de Brad Pulaski, de 27 años de edad. Había muerto debido a traumas, después de haber sido golpeado en repetidas ocasiones con un objeto metálico. El arma asesina: una iPod MP3 player de Apple. A pesar de que no se había confirmado el motivo, la evidencia sugiere que el asesinato fue resultado de una disputa doméstica después de que Pulanski borró las canciones del iPod de su novia. De acuerdo con los policías que investigan el caso, Arleen estaba histérica cuando llegaron a la escena del crimen, y les dijo que había matado a su novio porque la acusó de bajar música de forma ilegal de la red, y borró sus dos mil canciones en MP3. Arleen reclamó que le había tomado tres meses construir su colección musical. La autopsia reveló que Pulaski fue golpeado en repetidas ocasiones en la cara y el pecho con un objeto metálico, y murió a causa de un derrame interno, según dijo el Dr. Felix Klamut, forense policiaco. De acuerdo con el sitio web de Apple, la iPod está hecha parcialmente de metal sólido, y ha sido reconocida por su resistencia al maltrato, golpes e incluso derrames de líquidos sobre ella. “Le tomó un rato morir”, dijo el forense. “Debe haberlo golpeado entre 40 y 80 veces con esa iPod. Su muerte no fue instantánea, eso es seguro”. Mathers fue arraigada el viernes en la noche bajo vigilancia especial. El Juez municipal estableció su fianza en 600 mil dólares, y tendrá que comparecer a una audiencia preliminar el nueve de marzo de 2004.
(Sin palabras...)
Una mujer de Memphis, Tennessee fue arrestada y acusada de asesinato en primer grado después de matar a su novio con un reproductor de música MP3, iPod. Arleen Mathers, de 23 años, fue arrestada después de que llamó a la policía local y admitió haber acabado con la vida de su novio. Cuando la policía llegó a la residencia de Mathers, encontraron el cadáver de Brad Pulaski, de 27 años de edad. Había muerto debido a traumas, después de haber sido golpeado en repetidas ocasiones con un objeto metálico. El arma asesina: una iPod MP3 player de Apple. A pesar de que no se había confirmado el motivo, la evidencia sugiere que el asesinato fue resultado de una disputa doméstica después de que Pulanski borró las canciones del iPod de su novia. De acuerdo con los policías que investigan el caso, Arleen estaba histérica cuando llegaron a la escena del crimen, y les dijo que había matado a su novio porque la acusó de bajar música de forma ilegal de la red, y borró sus dos mil canciones en MP3. Arleen reclamó que le había tomado tres meses construir su colección musical. La autopsia reveló que Pulaski fue golpeado en repetidas ocasiones en la cara y el pecho con un objeto metálico, y murió a causa de un derrame interno, según dijo el Dr. Felix Klamut, forense policiaco. De acuerdo con el sitio web de Apple, la iPod está hecha parcialmente de metal sólido, y ha sido reconocida por su resistencia al maltrato, golpes e incluso derrames de líquidos sobre ella. “Le tomó un rato morir”, dijo el forense. “Debe haberlo golpeado entre 40 y 80 veces con esa iPod. Su muerte no fue instantánea, eso es seguro”. Mathers fue arraigada el viernes en la noche bajo vigilancia especial. El Juez municipal estableció su fianza en 600 mil dólares, y tendrá que comparecer a una audiencia preliminar el nueve de marzo de 2004.
(Sin palabras...)
lunes, agosto 01, 2005
Exilio
No importaba saber que no debía estar ahí. Tampoco importaba que el lugar fuera oscuro, lleno de carteles viejos que tapaban las ventanas.
No conocía a nadie, y eso lo alegraba un poco. El mozo lo saludó con un sonido mecánico al verlo acercarse al mostrador.
- Deme una botella de Exilio-, pidió tocando instintivamente el bolsillo de su pantalón (sí, el dinero que tenía era suficiente).
El mozo lo miró con detenimiento.
- Señor, no se nos permite venderlo en botellas. Sólo puedo darle un vaso, es sólo un vaso por persona. Podría tener problemas con los inspectores si le sirviera más de esa cantidad...
El mozo se había explicado con claridad; tendría problemas si los inspectores lo veían con la botella... lo que no quería decir que no pudiera tomarse más de un vaso, tomar todos los que quisiera. Por algo estaba en ese lugar...
- Bien, sírvame un vaso entonces.
El líquido fue cayendo con delicadeza, hasta llenar las paredes de su cárcel de vidrio. Era claro y transparente, de un celeste tenue; como el del cielo algunas veces, cuando no hay nubes ni cosas que recordar.
El hombre lo tomó entre sus manos y sintió el calor que no tenía; luego levantó con firmeza el vaso, y dejó que el líquido celeste lo acariciara por dentro.
Exilio no era dulce, ni agradable de tomar; sin embargo a medida que lo inundaba desaparecían las cicatrices, y los recuerdos que lo asaltaban le provocaban risa.
Como aquel cartel que había visto antes de bajar del ómnibus; “Se es joven una vez, pero se puede ser inmaduro para siempre”, decían grandes letras negras sobre la cabeza de un muchacho, que alcanzaría la madurez pidiendo un préstamo inmobiliario en el American Bank.
- Mozo...- llamó.
No necesitó decir más para que el vaso estuviera lleno otra vez.
No conocía a nadie, y eso lo alegraba un poco. El mozo lo saludó con un sonido mecánico al verlo acercarse al mostrador.
- Deme una botella de Exilio-, pidió tocando instintivamente el bolsillo de su pantalón (sí, el dinero que tenía era suficiente).
El mozo lo miró con detenimiento.
- Señor, no se nos permite venderlo en botellas. Sólo puedo darle un vaso, es sólo un vaso por persona. Podría tener problemas con los inspectores si le sirviera más de esa cantidad...
El mozo se había explicado con claridad; tendría problemas si los inspectores lo veían con la botella... lo que no quería decir que no pudiera tomarse más de un vaso, tomar todos los que quisiera. Por algo estaba en ese lugar...
- Bien, sírvame un vaso entonces.
El líquido fue cayendo con delicadeza, hasta llenar las paredes de su cárcel de vidrio. Era claro y transparente, de un celeste tenue; como el del cielo algunas veces, cuando no hay nubes ni cosas que recordar.
El hombre lo tomó entre sus manos y sintió el calor que no tenía; luego levantó con firmeza el vaso, y dejó que el líquido celeste lo acariciara por dentro.
Exilio no era dulce, ni agradable de tomar; sin embargo a medida que lo inundaba desaparecían las cicatrices, y los recuerdos que lo asaltaban le provocaban risa.
Como aquel cartel que había visto antes de bajar del ómnibus; “Se es joven una vez, pero se puede ser inmaduro para siempre”, decían grandes letras negras sobre la cabeza de un muchacho, que alcanzaría la madurez pidiendo un préstamo inmobiliario en el American Bank.
- Mozo...- llamó.
No necesitó decir más para que el vaso estuviera lleno otra vez.
jueves, julio 21, 2005
El reformismo y la izquierda
Él era fuerte y débil como un marine.
Ella era frágil e invencible,
Como una guerrillera del Vietcong.
(palabras robadas al señor Rivas)
Los pasos de hoy
se burlan de los ecos del camino
El camino muele los ecos
los escupe lamiendo los pies que lo atropellan
El camino se enrosca y regresa
hasta morderse la cola con los colmillos
mientras sus gritos se cubren de pasos
que hoy regresan.